Experiencias Místicas y Milagros II
Conversando con unos amigos de un Foro Católico que frecuento, quise recopilar una serie de experiencias místicas o milagros que hayamos experimentado para la edificación de todos los que creemos en Dios, y mas específicamente que tenemos Fe en la única Iglesia de Dios, la que fundo Jesucristo.
Estas historias -que ire poniendo pasando los dias- no tienen como propósito probar nada, ni si quiera convertir a una persona, como Jesucristo puso en una parábola en boca de Abraham: Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos. Lc 16,31
Que escuche el que quiera escuchar...
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Apreciado en Cristo, Carlos:
Dios sobrenaturaliza nuestra vida, con Su gracia, de una manera suave, casi imperceptible. En ocasiones nos permite percibir su acción de una manera casi clara pero, estando sujetos a los sentidos, es casi imposible describir aquello que nuestra alma sabe cierto y eficaz.
Intentaré describir, brevemente, algunos de esos momentos, al menos de los que he podido percibir con algún grado de lucidez, en mi vida:
* Tenía nueve años y me preparaba para hacer mi Primera Comunión. En mi casa había un cuadro en carboncillo y lápiz, muy antiguo, del Sagrado Corazón. Sobra decir que la imagen mental que tenía de esta precioso cuadro era como él: en blanco y negro.
Una noche soñé que Jesús Salía del cuadro y se acomodaba en un sofá alto, victoriano (que yo no conocía). Vestía una especia de alba de un blanco cremoso, con el cuello y las mangas adornados de finísima filigrana de oro y sus hombros estaban cubiertos por una túnica púrpura.
Se sento en el sofá y me atrajo hacia Si permitiéndome recostar mi cabeza en sus rodillas. Percibía un olor dulce, como de incienso con flores. Mucho tiempo duró un dulce coloquio que no recuerdo. Solo puedo acordarme con exactitud de la última parte de la conversación:
- El ocho de diciembre vendré a ti y me uniré a tu corazón.
- Llévame al Cielo, quiero jugar con los Ángeles y estar contigo para siempre
-[î] Aún no es tiempo. Tu me recibirás gozosa y poco a poco me olvidarás...
- No podría olvidarte si te amo y quiero morir por Ti.
- NO te aflijas: me olvidarás pero tu corazón no. Yo estaré a tu lado y tu regresarás a Mi fortalecida, convencida de que Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida.
Fue un sueño que se cumplió milimétricamente. Un dato curioso: cuando tenía dieciseis años y casi no recordaba a mi Amor de infancia y estaba atraida, como una polilla, a los resplandores del mundo, mi papá adquirió un hermoso sofá victoriano... idéntico al de mi sueño. Cada vez que lo veía, justo debajo de la Imagen del Sagrado Corazón, me llenaba de nostalgia y deseaba regresar a Él. Pero habrían de pasar muchos años antes de recuperar el camino.
* (Diciembre 24 de 1995) Mis hermanos estaban prestando servicio militar y tenían salida para celebrar en familia la navidad. Mamá y yo nos afanábamos en preparar la cena sin saber que, en poco tiempo, se incrementaría el número de invitados. Teníamos unas hermosas lonjas de róbalo que apanábamos, como es lógico, uno a uno. Solo cenaríamos ocho personas por lo que mi papá compró los materiales justos para ocho porciones.
Mientras pasaba las lonjas de pescado por la harina iba contándolos...1,2,3...8; y repetía el conteo, inconscientemente, mientras las fritaba en aceite inrviendo y las sacaba para organizarlas en una fuene. Luego volvía a contar mientras las bañaba en salsa tártara: 1,2,3,4...8.
Eran como las diez de la noche cuando llegaron mis ermanos. Entró a la casa el menor pero escuchábamos afuera voces de más muchachos. Nos contó que los chicos que venían de Pasto (un departamento que queda muy, pero muy lejos de la capital) se enteraron del permiso de salida hacía escasas dos horas. ¡Ni soñar con viajar hoy mismo a sus casas! En autobus el viaje demora entre 23 y 26 horas, dependiendo del clima.
Mamá dio un suspiro: repartiríamos la cena con los cuatro muchachos y estaríamos todos muy contentos: dispusimos lo platos y encontramos catorce lonjas de róbalo, de tamaño grande. Eran ocho y resultaron catorce. Fue una navidad muy feliz en donde pudimos ejercitar la caridad con un emujoncito celestial.
* Mayo de 1997. Me sentía irresistiblemente atraida hacia Dios. AS pesar de la larga noche que había vivido mi corazón latía en una especie de nostalgia que no sabía como solucionar. Un día, mientras estaba en una librería, encontré un pequeño libro: "Las Memorias de Lucía" en el que la vidente de Fátima narra las Apariciones de NUestra Señora. Lo compré y, literalmente, lo devoré. Cuando apenas estaba terminando de leerlo (seis horas después de haber comenzado) sentí un dolor profundo, no físico sino del alma. Es dificil de explicar pero "sentía" verdadero dolor por mis múltiples pecados. Pero era un dolor tan profundo como dulce: también "sentía" el amor infinito de Dios y desee, fervientemente, morir a su servicio.
Entonces, tras experimentar durante unas tres horas esta sensación desconocida (y que jamás se ha repetido) hice, en el silencio de la noche, una expontánea consagración a Dios: "Señor, te amo y me entrego a Ti. Renuncio a Satanás y sus pompas. Déjame vivir y morir en tu servicio. Y no permitas que mi alma se pierda."
Había alegría y dolor. El corazón parecía que salía de mi pecho... como cuando la novia va al encuentro del Novio... es imposible de describir...
* Diciembre 5 de 1997: Mi mamá había mandado hacer una imagen de la Virgen para una gruta que habíamos edificado en un parque del barrio. La gruta se inauguraba con una Misa el ocho de diciembre pero, por algunas circunstancias especiales la imagen había resultado más costosa de lo que pensábamos. Mami sacó el dinero y contó: faltaban sesentamil pesos. Probablemente había contado mal (pensamos todos) y repitió la operación: sólo faltaban cincuentamil... una vez más y faltaban cuarentamil. Cada vez que contaba faltaba menos dinero. Al llegar al valor de la Imagen mi hermano sugirió contar una vez màs pero mi madre lo amonestó: "ya tenemos lo que necesitábamos para la Imagen. Con Dios no se juega".
Lo que más me impresiona aún hoy es la gran naturalidad con que mamá acepta la acción de Dios en su vida. Parece olvidar insidentes tan maravillosos pero no los olvida: los guarda en su corazón...
Abrazos en Jesús Eucaristía,
María Esther Cadavid de Alvarez
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